En un mundo donde la tecnología domina, es fácil dejar que las pantallas ocupen el lugar que solo Dios debe tener en nuestras vidas. Cuando permitimos que la tecnología nos aleje de Dios, perdemos la cobertura y la protección divina que Él nos ofrece.
Es momento de poner
límites y regresar a lo que realmente importa: nuestra fe y nuestra relación
con Dios.