Una mujer cristiana sobrevivió con sus hijos a una masacre y hoy pide al mundo que ore por su nación y por los que sufren persecución.
Cuando la fe se convierte en un precio de sangre. Hakuri (nombre cambiado por seguridad) jamás imaginó que el día que los extremistas islámicos atacaron su aldea en Níger sería el último que vería con vida a su esposo. “Estábamos en casa con nuestros hijos pequeños cuando comenzaron los disparos y las casas empezaron a arder”, recuerda con dolor.
Ese día, los yihadistas vinculados al Estado Islámico
arrasaron la comunidad. Mientras los hombres cristianos eran asesinados sin
compasión, las mujeres corrían desesperadas para salvar a sus hijos.
Madres que
vistieron a sus hijos como niñas para salvarlos
La crueldad no se detuvo allí. Los extremistas anunciaron
que matarían a todo varón que encontraran, incluso adolescentes. En un acto
desesperado, Hakuri y otras madres quitaron la ropa a sus hijos varones y los
vistieron como niñas para que no fueran ejecutados.
“Corrimos sin saber si mi esposo estaba entre los
muertos, vi al menos 18 cuerpos tirados en el camino”, relata con la voz
quebrada. Finalmente, lograron llegar a un refugio, pero más tarde Hakuri
recibió la peor noticia: su esposo había sido asesinado.
Una vida difícil,
pero sostenida por la fe
Convertida en viuda y desplazada, Hakuri tuvo que
aprender a sobrevivir con sus hijos en medio de la miseria. Vendiendo tortas de
frijol y dependiendo de la solidaridad de otros, enfrentó días en los que sus
pequeños tuvieron que pedir limosna para comer.
“Aun en medio de todo esto, no puedo decir que Dios me rechazó. Sé que estoy pagando el precio de seguir a Jesús”, afirma con valentía.
La organización Puertas Abiertas conoció su historia y le
envió ayuda financiera y alimentos, devolviéndole un respiro a su familia.
Sanidad para el
corazón y esperanza para el futuro
El dolor era tan profundo que Hakuri no podía dormir
pensando en su esposo. Pero gracias a la consejería postraumática que recibió,
poco a poco comenzó a sanar. “Hoy puedo hablar sin llorar, ahora duermo mejor y
he encontrado fuerzas para ayudar a mis hijos a mirar hacia adelante”, cuenta.
Su fe en Cristo sigue intacta y su voz se convierte en un
clamor:
“Pido a los cristianos del mundo que oren por nosotros. Necesitamos paz y que Dios fortalezca nuestra fe en medio de la persecución”.
La historia de
Hakuri nos recuerda que seguir a Jesús tiene un costo, pero también que el amor
de Dios nunca abandona a los suyos. Hoy, millones de cristianos viven bajo
persecución extrema, y nuestra oración puede ser un refugio de esperanza para
ellos.
Oremos por Hakuri, por su familia y por todos los
cristianos perseguidos en Níger y en el mundo. Porque, aunque el enemigo
intente apagar la fe, la luz de Cristo jamás será vencida.
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