El paro armado del ELN sembró el miedo: niños en riesgo, iglesias cerradas y comunidades bajo amenaza
Un miembro de la guerrilla Ejército de Liberación
Nacional (ELN), el 26 de octubre de 2023 cerca del río Baudo, en la provincia
de Chocó © Daniel Muñoz / AFP/Archivos
Durante 72 horas, el terror se apoderó del departamento más pobre de Colombia, Chocó. Las calles quedaron vacías, los comercios cerraron y las iglesias fueron obligadas a suspender los cultos. El Ejército de Liberación Nacional (ELN) impuso un paro armado del 18 al 21 de febrero, reafirmando su control sobre la región y dejando miles de familias confinadas en sus hogares, sin acceso a comida, medicinas o educación.
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“Los hermanos
tienen miedo de venir a la iglesia porque no quieren ser identificados por los
grupos ilegales. Temen represalias como secuestros o el reclutamiento forzado
de ellos mismos o de sus familiares”, advierte Pablo*, un pastor local.
Miedo, violencia y
niños en la mira de los guerrilleros
El impacto de esta crisis es devastador, especialmente para los niños. Sin acceso a la escuela ni a servicios básicos, están a merced de los grupos armados. La ministra, Ángela María Buitrago, alertó sobre un problema desgarrador: niños que prefieren quitarse la vida antes que ser reclutados a la fuerza.
Reuters. Un guerrillero del Ejército de Liberación Nacional (ELN) posa para una fotografía en las selvas del departamento del Chocó.
“Chocó es una gran
preocupación para nosotros; hemos documentado casos en los que los niños
prefieren suicidarse antes que ser parte de un grupo armado”, denunció
Buitrago.
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Además, la
gobernadora de Chocó, Nubia Carolina Córdoba, pidió al gobierno nacional
declarar un estado de conmoción interna, similar al de Catatumbo, para frenar
la creciente violencia.
El golpe a las
iglesias: cultos suspendidos por orden de la guerrilla
Las iglesias,
refugio de esperanza para muchas familias, también sufrieron el impacto del
paro armado. Emilio*, un pastor local, explica el nivel de control que ejercen
los grupos armados en la región:
“Dependemos del
transporte fluvial. Cuando hay paros, quedamos inmovilizados. Si intentamos
movernos, podemos perder nuestras embarcaciones, recibir multas de hasta dos
millones de pesos o incluso perder la vida”, relata.
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Las congregaciones
fueron obligadas a cerrar sus puertas. Los pastores temen por su vida, mientras
que los creyentes no pueden reunirse por miedo a ser identificados y castigados
por los grupos ilegales.
“La iglesia es una
amenaza porque inculca principios y valores en los jóvenes, desafiando
directamente el control de los grupos armados. No nos ven como una amenaza
militar, sino como competencia por los jóvenes que quieren reclutar”, señala
Mauricio*, un líder cristiano con más de 15 años de trabajo en la región.
A pesar del fin del paro armado, el miedo sigue latente en Chocó. Los grupos ilegales continúan sembrando el terror y la paz parece lejana.
Oremos por la iglesia en Chocó. Comparte esta noticia para que el mundo no ignore la persecución que viven los cristianos en Colombia.
*Los nombres de los testimonios fueron cambiados por seguridad.
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