En la RDC, creyentes que estaban en un velorio y agricultores humildes fueron brutalmente atacados por las ADF. Familias destrozadas, congregaciones aterradas… pero Jesús sigue siendo nuestra esperanza.
Una noche que
prometía recogimiento y oración, se convirtió en pesadilla en las comunidades
cristianas de Ntoyo y Potodu (Oicha), en la República Democrática del
Congo. Militantes de las Fuerzas Democráticas Aliadas (ADF), un grupo
extremista vinculado al Estado Islámico, irrumpieron en medio de la oscuridad,
sembrando sangre y dolor. Como dos espadas desenvainadas con salvajismo
planificado.
En Ntoyo,
más de 70 creyentes fueron asesinados, incluyendo 26 que participaban en un
velorio, simplemente porque estaban reunidos para llorar la pérdida de uno de
los suyos. En Potodu, al amanecer, los agricultores cristianos que trabajaban
en sus cultivos o regresaban a casa fueron sorprendidos, atacados con machetes,
asesinados. Al menos 30 personas murieron ahí. En total son más de 100 vidas
humanas arrebatadas, decenas de personas secuestradas, hogares destruidos,
vehículos quemados… un grito de horror que se eleva desde el sufrimiento.
📌 Noticias Cristianas: Cristianos en Laos tienen prohibido enterrar a sus muertos y obligados a ceremonias budistas
Los testimonios desgarran el alma
Se oye el llanto angustiado de viudas, huérfanos, familiares
que no encontraron dónde sepultar con dignidad a sus muertos. Una iglesia que
acoge desplazados internos en su congregación dice: “No hay fuerzas para
consolarlos, no queremos que duerman en la iglesia por miedo”… pues la iglesia
misma deja de ser refugio seguro cuando la violencia acecha.
Pero en medio de
esta oscuridad, se vislumbra un llamado profundo a la fe. Los líderes
cristianos imploran protección divina, justicia humana, consuelo del Espíritu
Santo para los abatidos. Reconocen que su fe se ve debilitada por el continuo
derramamiento de sangre, pero no se rinde. Claman: “Señor, ven en nuestro
auxilio, porque ya estamos cansados de estas masacres.”
📌
Hoy, más que nunca,
queremos alzar nuestra voz por aquellos cuyo eco ha sido silenciado por la
violencia. Hermanos en Cristo que no están definidos por el sufrimiento, sino
por la fidelidad a Aquel que dio su vida para que tengamos vida abundante. No
permitamos que sus nombres se pierdan en el olvido.
Te invito a orar
por cada una de estas comunidades: por los familiares de los muertos, los
secuestrados, los desplazados. Que el Dios de paz consuele corazones
triturados, restituya hogares destruidos, dé justicia donde ha imperado la
impunidad.
Y si sientes que
hay algo más que puedas hacer —apoyar desde lejos, difundir sus historias,
ayudar con recursos humanitarios— que tu fe se convierta en acción. Porque el
amor cristiano no calla ante la injusticia.
Que su sangre no
sea en vano, que su sacrificio despierte solidaridad, fe renovada y esperanza
firme en Jesús.
¡SÍGUENOS EN LAS REDES SOCIALES!
FACEBOOK | INSTAGRAM | X | PINTEREST | YOUTUBE | TIKTOK