James Chalmers
(1841-1901) misionero escocés activo en Nueva Guinea. Era conocido por su
nombre raratongan, Tamate.
Grandes Cristianos. James Chalmers,
nacido el 4 de agosto de 1841 en Escocia, fue un verdadero paladín del
cristianismo que ofreció su vida mientras difundía la Palabra de Dios en
Oceanía a principios del siglo veinte. Desde su niñez, Chalmers estuvo inmerso
en la fe cristiana gracias a la influencia de su madre. Su deseo de llevar el Evangelio
a los rincones más oscuros del mundo se despertó cuando escuchó la carta de un
misionero en las Islas Fiji. Inspirado por estas historias, decidió que él
también llevaría las buenas nuevas a los caníbales, con la ayuda de Dios.
Superando Miedos y
Reavivando la Fe
A pesar de su firme
convicción, Chalmers enfrentó momentos de duda y miedo. Sin embargo, en
noviembre de 1859, una reunión especial celebrada por dos misioneros de Irlanda
del Norte reavivó su fe. Durante este encuentro, un poderoso mensaje basado en
Apocalipsis 22:17 tocó profundamente su corazón, llevándolo a entregarse por
completo a Jesucristo. Este renacimiento espiritual lo convirtió en uno de los
seguidores más dedicados del Señor.
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A los dieciocho
años, James Chalmers se sumergió en el cristianismo y se convirtió en una
figura destacada en la comunidad evangélica de Ardrishaig, su ciudad natal en
el oeste de Escocia. Bajo la guía del pastor Gilbert Meikle, Chalmers
fortaleció su formación doctrinal y académica, incluyendo el estudio del latín.
En Glasgow, conoció al misionero George Turner, quien lo animó a postularse
como candidato a la Sociedad Misionera de Londres. Tras ocho meses de
preparación, fue enviado al Cheshunt College, donde recibió una formación
teológica sólida.
El Comienzo de la
Misión
El 17 de octubre de
1865, Chalmers se casó con Jane Hercus, quien compartía su pasión por el
Evangelio. Poco después, fue ordenado ministro del Señor y, el 4 de enero de
1866, partió hacia Australia para comenzar su misión. Durante el viaje,
Chalmers impartió clases bíblicas y dirigió reuniones de oración, infundiendo
confianza en sus compañeros.
La travesía a
Australia estuvo marcada por desafíos, incluido un naufragio cerca de Niue que
destruyó su embarcación. Sin embargo, Chalmers no se desanimó. En mayo de 1867,
llegó a Avarua, la capital de las Islas Cook, donde comenzó su exitosa labor
evangelizadora en Rarotonga. Adoptado por los nativos como “Tamate”, aprendió
su lengua y dedicó diez años a predicar, educar a los niños y formar
predicadores locales. Su labor transformó la comunidad, llevándola de la
oscuridad al esplendor de la fe cristiana.
Enfrentando el
Canibalismo en Nueva Guinea
En 1877, movido por
el deseo de llevar el Evangelio a territorios no cristianizados, Chalmers se
trasladó a Nueva Guinea, un lugar dominado por el canibalismo y la barbarie.
Establecido en Port Moresby, se enfrentó al paganismo y la crueldad con una fe
inquebrantable. Durante nueve años, difundió incansablemente la Palabra de
Dios, transformando la vida de muchos caníbales que encontraron en las
enseñanzas de Cristo una nueva esperanza.
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A pesar de la
trágica pérdida de su esposa Jane en 1879, Chalmers continuó su misión,
logrando que tribus rivales se reconciliaran y abandonaran el canibalismo. En
1886, regresó brevemente al Reino Unido para compartir sus experiencias, antes
de volver a Oceanía. Se casó con Sarah Eliza Harrison y reanudó su labor
misionera, explorando territorios remotos de Nueva Guinea y llevando el
Evangelio a las poblaciones más aisladas.
Sacrificio Final y
Legado Eterno
El 8 de abril de
1901, durante una misión en la isla Goaribari, Chalmers fue asesinado y
devorado por los nativos. Su muerte, aunque trágica, elevó su sacrificio a un
nivel de martirio, consolidándolo como un héroe de la fe. Sus vivencias en
Oceanía quedaron documentadas en tres publicaciones autobiográficas que
testifican su valentía y dedicación.
James Chalmers,
conocido como el "Predicador de los Caníbales", dejó un legado
imborrable en la historia del cristianismo. Su vida de amor incondicional y
coraje en medio de la adversidad sigue inspirando a misioneros y creyentes en
todo el mundo. Su historia nos recuerda que, a pesar de los desafíos, la fe y
la determinación pueden llevar la luz de Cristo a los lugares más oscuros.
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