Mirembe temía por su vida… y tenía razón. Su fe la llevó a la eternidad, dejando atrás a sus 6 hijos.
“Confía en Dios y ven al
culto”, le dijo su amiga. Y Mirembe, una mujer valiente que recientemente había entregado su vida a
Cristo, aceptó el llamado. Lo que no sabía era que ese paso de fe la llevaría
directo a los brazos del Señor… de la forma más trágica.
El 24 de marzo, después de ser presentada como nueva
creyente en una iglesia de Uganda, su esposo musulmán, Adamu Mukungu,
la interceptó fuera del templo, visiblemente furioso.
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“Te vi salir de la iglesia. Lo que has
hecho es muy malo, sobre todo en este Ramadán”, le reprochó.
Luego, comenzó a abofetearla… y enseguida, sacó un cuchillo.
Según testigos, Mukungu la apuñaló repetidas veces mientras ella pedía ayuda. Algunos miembros de la iglesia intentaron intervenir, pero el agresor huyó antes de ser detenido. Mirembe fue llevada a una clínica local, pero su estado era crítico. Más tarde, en el hospital de Bugiri, fue declarada muerta por graves hemorragias internas y externas.
Seis hijos quedaron sin su madre
Mirembe era madre de seis pequeños
que hoy lloran la pérdida de una madre amorosa que solo quería buscar a Dios
con libertad. Aunque la Constitución de Uganda garantiza el derecho a la
libertad religiosa, la realidad en muchas regiones del este del país —donde la
presencia musulmana es fuerte— es otra: la conversión al cristianismo puede
costarte la vida.
Organizaciones como Morning Star News han registrado decenas
de casos como el de Mirembe, en los que hombres y mujeres
cristianos son atacados por su fe, especialmente cuando dejan el islam.
Murió por amor… por
amor a Cristo
Mirembe no murió por odio. Murió por amor… por amor a Cristo. Su sangre derramada en Semana Santa no fue en vano. Es el eco moderno de las palabras de Jesús: “Seréis aborrecidos por causa de mi nombre” (Mateo 10:22).
Hoy, la historia de Mirembe nos duele, pero también nos confronta. ¿Hasta dónde estamos dispuestos a seguir a Cristo? Ella dijo “sí” aun sabiendo el costo. No tengamos miedo. Porque donde hay fe verdadera, ni la muerte tiene la última palabra.
Oremos por sus
hijos. Oremos por Uganda. Y que el cielo abrace el alma de esta mujer que
eligió a Jesús… y lo eligió hasta el final.
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