Mientras dormían, familias cristianas fueron acribilladas y quemadas vivas. La iglesia fue reducida a cenizas y el silencio de las autoridades deja una herida aún más profunda.
Noticias cristianas. La madrugada del 14 de julio se tiñó de sangre en la aldea cristiana de Jebu, en Nigeria. Un ataque despiadado perpetrado por milicias Fulani dejó 32 muertos, entre ellos un bebé de solo tres meses. Lo que debía ser una noche tranquila, se convirtió en un infierno para esta comunidad rural del estado de Plateau.
“Acordamos con el sonido de tiros por toda parte”
Ezekiel Dung, uno de los sobrevivientes, recuerda con voz
temblorosa cómo comenzó todo. A medianoche, hombres armados con rifles y
machetes rodearon la aldea mientras sus habitantes dormían. En minutos, los
disparos rompieron la calma, y las llamas comenzaron a consumir las casas una
por una.
Los Fulani atacaron sin piedad, arrasando las viviendas,
quemando cultivos y disparando al azar. La iglesia local, símbolo de fe y
refugio de la comunidad, fue destruida por completo. El aire se llenó de
humo, gritos y llanto.
Ni los niños escaparon de la violencia
Entre los fallecidos se encontraba un bebé de apenas tres
meses. Familias enteras murieron quemadas en sus hogares. Cuerpos
irreconocibles fueron encontrados entre los escombros por los líderes
comunitarios al amanecer. “Perdí a mis miembros. Perdí todo”, expresó entre
lágrimas el pastor Musa D. Alamba, quien hoy clama por ayuda urgente para su
pueblo: alimento, ropa, medicinas, un lugar donde comenzar de nuevo.
El joven líder cristiano Weng Dachung también fue
asesinado mientras intentaba proteger a los vecinos. Su valentía no fue
suficiente ante la magnitud del ataque.
Los militares no intervinieron… solo miraron
El dolor de los sobrevivientes se mezcla con indignación.
Muchos relatan que fuerzas militares estaban apostadas a pocos metros del
pueblo… y no hicieron nada. Algunos incluso aseguran que los soldados
impidieron que los jóvenes intentaran defender a sus familias.
“El ejército estaba allí, mientras las casas ardían… pero
no se movieron”, denunció un aldeano con rabia contenida. Este silencio, esta
inacción, es tan grave como la masacre misma, aseguran los líderes cristianos.
Fosas comunes y miedo a nuevos ataques
Los cuerpos fueron enterrados en fosas detrás de la
iglesia calcinada. El dolor era desgarrador. Pero también el miedo: muchos
temen que los atacantes regresen. Desde enero, más de 150 cristianos han muerto
en ataques similares, generando desplazamientos masivos, hambre, traumas
psicológicos y una fe probada por el fuego.
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El gobernador Caleb Mutfwang visitó la zona y prometió
justicia y ayuda. Pero las promesas ya no son suficientes. Las comunidades
cristianas rurales exigen protección real y urgente.
Cuando el mundo calla, la Iglesia clama
Jebu llora, pero no está sola. La iglesia de Cristo en el
mundo debe alzar la voz. Esta masacre no puede quedar enterrada con sus
víctimas. Nos duele porque son nuestros hermanos, nuestra familia en la fe. Hoy
más que nunca debemos orar, compartir y actuar. Porque mientras muchos miran
para otro lado, Jesús sigue llorando con los que lloran.
“Si un miembro padece, todos los miembros se duelen con
él” – 1 Corintios 12:26
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