En un encuentro que hizo temblar las rejas y estremecer los corazones, cientos de presos experimentaron la libertad más profunda: la que solo Jesús puede dar.
Noticias Cristianas. Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia. El 23 de junio, los muros de concreto de la prisión John H. Lilley en Boley, Oklahoma, no pudieron contener el fuego del cielo. Más de 400 hombres privados de libertad levantaron sus manos y sus corazones para entregarse a Jesucristo en una jornada evangelística que ha marcado un antes y un después en sus vidas... y en la historia de este centro penitenciario.
Todo comenzó con una carga en el corazón del pastor Paul Daugherty, del Victory Christian Center, quien escuchó al Espíritu Santo
susurrarle: “Ve a los olvidados, a los que nadie ve… porque Yo sí los veo.”
Respaldado por el gobernador de Oklahoma, Kevin Stitt, y
líderes del Departamento de Correcciones como Brian Bobek, el pastor organizó
una jornada que incluyó adoración, predicación, comida, abrazos… y salvación.
Una cosecha en el lugar menos esperado
751 internos salieron de sus celdas. Algunos con miedo.
Otros con esperanza. Todos con una necesidad: ser vistos, escuchados y amados.
Voluntarios les sirvieron más de 1,000 comidas, repartieron 700 Biblias y
entregaron 1,300 libros de discipulado. Pero lo más impactante fue lo que
ocurrió cuando el pastor hizo el llamado.
“¿Cuántos quieren entregar su vida a Jesús?”, preguntó
Daugherty con lágrimas en los ojos.
Y como si algo invisible rompiera cadenas, más de 400
manos se levantaron al cielo. Vidas marcadas por el dolor, la culpa y el
abandono... ahora marcadas por la gracia, el perdón y la esperanza. Ese mismo
día, 41 de ellos fueron bautizados, sellando su nuevo comienzo.
“Dios no mira tu pasado, Él ve tu propósito”
El pastor caminó entre ellos, los miró a los ojos, los
abrazó. Uno de los reclusos le confesó que había conocido a Cristo años atrás,
en la iglesia de su padre, pero se había apartado. Daugherty le dijo algo que
resonó entre todos:
“Dios no está interesado en tu historial… sino en tu
destino. ¡Él no ha terminado contigo!”
Ese mensaje se convirtió en un eco de redención. Pronto,
otros comenzaron a compartir sus historias, sus lágrimas, sus oraciones.
No solo fue un evento… fue el comienzo de un despertar
La jornada fue posible gracias a una red creciente de
iglesias que creen que la luz de Cristo puede llegar incluso a los lugares más
oscuros. El Departamento de Correcciones ha capacitado a más de 100 voluntarios
para llevar consuelo espiritual a las cárceles.
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Y las puertas se están abriendo. Las prisiones de
Oklahoma están pidiendo más visitas, más Biblias, más esperanza.
“Hay un despertar espiritual tras las rejas”, declaró
Daugherty. “Jesús está tocando corazones. Él es la única respuesta para cambiar
vidas, sanar heridas y traer paz, incluso donde parece imposible”.
La verdadera libertad no conoce barrotes
Este evento no fue un espectáculo religioso. Fue un
recordatorio del poder del Evangelio que transforma, redime y restaura. Fue una
muestra viva de que nadie está tan roto como para que Dios no lo repare.
En medio del dolor y la oscuridad, la luz de Cristo
brilló en cientos de corazones encarcelados. Y esa luz… sigue encendida.
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