Al menos 120 niños fueron arrebatados de sus hogares este año. Solo seis han regresado. El resto... sigue en manos de la oscuridad.
Las cifras estremecen: solo seis niños han sido liberados
hasta ahora. Los demás, en su mayoría pequeños campesinos, están siendo usados
como esclavos. Algunos cargan productos robados. Otros son obligados a trabajar
en plantaciones. Y muchas niñas, en el silencio más cruel, han sido forzadas a
matrimonios con sus captores.
“Este patrón se repite”, afirma Yonas Dembele, analista
de World Watch Research. “Los extremistas atacan a los más vulnerables: los
niños, los cristianos, las familias humildes. El secuestro de niños es un
crimen de guerra y un trauma que desangra a toda una comunidad”.
📌 NOTICIAS CRISTIANAS:
Decapitaciones, terror y desplazamientos: el dolor sin
cámaras
La insurgencia islamista en Mozambique no es nueva, pero
sí olvidada. Desde 2017, más de 6.000 personas han sido asesinadas. Se han
reportado decapitaciones masivas, incluso de niños. En 2021, un pastor
cristiano fue ejecutado públicamente frente a su congregación.
En abril de este año, un ataque en la reserva de Niassa
obligó a huir a 2.000 personas y terminó con la vida de 10 trabajadores del
parque natural. La economía colapsó. La esperanza se extinguió.
Mientras tanto, las fuerzas de seguridad del propio país
han sido acusadas de abusos contra sus ciudadanos, dejando a la población en
una doble indefensión.
¿Y cuando un niño regresa… qué ocurre?
Volver no siempre es volver a casa. Aquellos pocos
menores que han sido liberados se enfrentan a una segunda pesadilla: el rechazo.
Muchos son tratados como si estuvieran “contaminados”,
como si llevaran el sello del enemigo. Las niñas liberadas no solo cargan heridas
emocionales, sino también el estigma de no ser dignas de matrimonio. Los niños,
en cambio, son vistos con miedo, como si fueran una amenaza latente.
📌 NOTICIAS CRISTIANAS:
“Necesitamos una estrategia nacional para reintegrar a estos niños. No basta con rescatarlos… hay que sanar sus corazones y devolverles su dignidad”, señala con fuerza Benilde Nhalivilo, del Foro de la Sociedad Civil por los Derechos de la Niñez en Mozambique.
El grito que no puede ser ignorado
Detrás de cada número hay un rostro. Detrás de cada niño
desaparecido hay una madre que sigue orando, una silla vacía en la escuela, una
canción infantil que nunca se volvió a cantar.
Mozambique está sangrando en silencio. Y el mundo
—nosotros— no puede quedarse indiferente.
“El gobierno debe actuar. El mundo debe mirar. Y la
Iglesia debe orar”, clama Ashwanee Budoo-Scholz, de Human Rights Watch.
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