Su nombre es Maurilio Ambrocio. Por dos décadas predicó el Evangelio, trabajó con dignidad y construyó una familia en Florida. Pero fue detenido durante una cita migratoria y deportado, dejando atrás una vida entera.
Ashley Ambrocio
González llora mientras habla por videollamada con su padre. Maurilio emigró de Guatemala hace más de
veinte años y es pastor de una iglesia evangélica. Fotografías de la familia
Ambrocio González cuelgan en las paredes de su casa en Tampa, Florida. Lexi
Parra / NPR
Noticias Cristianas. El pastor guatemalteco Maurilio Ambrocio, padre de cinco hijos y líder de una iglesia en Wimauma, Florida, fue deportado tras más de 20 años de residencia en EE.UU. Su repentina detención y traslado ha devastado a su familia, que hoy clama por justicia, consuelo…
Una familia quebrada y una iglesia sin su pastor
Maurilio Ambrocio, de 42 años, no solo era el pilar
espiritual de su congregación hispana “Iglesia de Santidad Vida Nueva”, sino
también el sostén emocional y económico de su esposa y sus cinco hijos, todos
ciudadanos estadounidenses. Durante más de dos décadas vivió en Florida, donde
llegó cuando apenas tenía 15 años, huyendo de la pobreza y la violencia que
azotaban a Guatemala.
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El 17 de abril de 2025, lo que debía ser un trámite
rutinario con Inmigración y Control de Aduanas (ICE) terminó convirtiéndose en
una pesadilla. Fue detenido en la oficina de Tampa, y semanas después fue
subido a un vuelo charter junto a otros 99 inmigrantes guatemaltecos deportados
desde Nueva Orleans. Una llamada breve al llegar a su país fue su único
contacto inmediato con su familia.
Vegetación de musgo español cuelga de un árbol frente a la casa de la familia Ambrocio González, el sábado 10 de mayo de 2025, en Tampa, Florida. La familia posa para un retrato frente a su casa, el domingo 11 de mayo de 2025, en Tampa, Florida. Lexi Parra/NPR
“No soy un criminal, solo quería servir a Dios y criar a
mis hijos en paz”, declaró Maurilio desde Guatemala, todavía conmocionado por
lo vivido.
De líder comunitario ha deportado anónimo
Maurilio vivía bajo una suspensión de deportación que le
permitía quedarse en el país mientras cumpliera ciertas condiciones: reportarse
anualmente y mantener una conducta intachable. Lo hizo durante más de una
década. Sin embargo, sin aviso, su estatus cambió. ICE alegó que su presencia
era ilegal, sin ofrecer más detalles.
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El pastor relata que en el centro de detención perdió más
de 24 libras debido a las condiciones inhumanas. “Nos trataban como si fuéramos
peligrosos. Pero solo somos padres, trabajadores, pastores… personas”.
Los feligreses de
la iglesia evangélica que dirige la familia Ambrocio González, la mayoría
originarios de Centroamérica, llegan a los servicios del domingo 11 de mayo de
2025, en Tampa, Florida. Lexi Parra/NPR
“Mi
papá no es un delincuente, es un siervo de Dios”
Ashley, su hija mayor de 19 años, rompió en llanto al
relatar lo vivido. “Nos quitaron a mi papá como si no valiera nada. Pero él es
nuestro héroe, nuestro pastor, el que nos enseñó a orar y a confiar en Jesús”.
Su esposa, Marleny, ahora enfrenta sola el desafío de
criar a sus cinco hijos, que tienen entre 12 y 19 años. “Se siente como si el
mundo se nos hubiera acabado. No sé cómo voy a alimentar a mis hijos, ni cómo
pagaré la renta. Solo
tenemos la fe que él nos dejó”.
Esdras Ambrocio
González practica en el piano para el servicio religioso del domingo 10 de mayo
de 2025 en Tampa, Florida. Lexi Parra/NPR
¿Justicia o persecución silenciosa?
Aunque la administración Trump asegura que se enfoca en
inmigrantes con antecedentes penales, múltiples casos han demostrado lo
contrario. Personas sin historial criminal están siendo arrestadas y deportadas
sin una audiencia justa.
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César Reyes, otro guatemalteco y exasesor del gobernador
de Oklahoma, también fue deportado recientemente. Tenía un hijo de 3 años y
llevaba una década peleando por quedarse. Su caso es solo uno más entre miles.
Iglesias también han sido testigos de esta ola. En Los Ángeles, cinco miembros de una iglesia cristiana iraní fueron detenidos mientras buscaban asilo. En Carolina del Norte, refugiados cristianos afganos recibieron notificaciones de salida. Muchos de ellos huyeron por su fe, solo para ser rechazados en el país que prometía libertad religiosa.
Un
clamor desde el dolor
Desde Guatemala, Maurilio ora por su familia y por su
congregación. “Dios aún tiene la última palabra. Aunque me hayan quitado todo,
no me han quitado mi fe”.
En su comunidad, los fieles oran por un milagro. “Él es nuestra familia”, dijo uno de sus feligreses. “Nos enseñó que en Cristo hay esperanza, incluso en medio del desierto”.
Marleny González
reza junto a una bandera estadounidense durante un servicio religioso el
domingo 11 de mayo de 2025, en Tampa, Florida. Ella confía que su esposo
Maurilio Ambrocio regresará a casa. Lexi Parra/NPR
Historias como la de Maurilio no solo reflejan las grietas de un sistema migratorio impersonal, sino también el rostro humano del dolor: hijos que lloran, esposas que claman, iglesias que resisten. Hoy, una familia más está rota. Pero también hoy, una iglesia más ora y cree que el cielo aún puede abrir caminos donde no los hay.
Con información de NPR y Christian Post.
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